Voces - Emilio Colombi
Entrevista a Emilio Colombi, Doctor en Economía en la Universidad de Michigan.
Esperamos les guste esta entrevista y se inspiren con su historia.
Comencé mi carrera de pregrado en la UNLP pensando inicialmente en estudiar la carrera de Contador Público. En el primer año tomé un curso de Microeconomía con el Profesor Jorge Sereno que me encantó y me hizo cuestionarme la idea inicial. Con el tiempo, me fue dando cada vez más curiosidad la idea de abordar ciertos problemas sociales con un enfoque matemático y técnicamente riguroso por lo que en el 3er año me terminé inclinando por la Economía.
En el último año de la carrera de pregrado di un examen para ingresar al Banco Central de la República Argentina (BCRA). Fui elegido entre más de 200 candidatos e ingresé a trabajar al área de Investigaciones Económicas (IE) donde me desempeñé durante casi 4 años. En simultáneo, comencé mi Maestría en Economía en Di Tella. El haber tenido un gran desempeño en la misma me permitió aplicar a distintos programas de doctorado y finalmente elegí la Universidad de Michigan.
El interés en la investigación en economía es algo que me surgió bastante natural desde los primeros años de formación aunque fue bien avanzado en el proceso que empecé a verlo como una posibilidad real. Recuerdo que durante el pregrado disfrutaba mucho de aquellas materias que ofrecían el espacio de desarrollar una idea, armar una presentación, exponer frente a la clase, etc. Sin dudas que mi paso por el BCRA ayudó mucho dado que estaba en un área donde muchos profesionales se dedicaban a la investigación en mayor o menor medida; siempre y cuando la urgencia de resolver los problemas de corto plazo de la economía Argentina lo permitieran. Por último, mi paso por UTDT y la posibilidad de interactuar con profesores que se dedicaban de forma exclusiva a la investigación le terminó de dar forma a la idea de intentar dedicarme a eso.
La principal motivación vino dada por la gente con la que me tocó estar rodeado. Durante mis años de formación, veía que todos los profesionales que leía, escuchaba y de los que siempre aprendía algo (profesores, jefes, colegas), en su mayoría habían hecho un Doctorado y se dedicaban o se habían dedicado a la Investigación académica. Dicho esto, todo se dio de forma bastante orgánica.
La experiencia en Michigan ha sido extraordinaria. Es un lugar al que llegué con muchas expectativas, pero las mismas se superaron durante el programa.
Al pensar en las dificultades, me resulta útil dividir el doctorado en tres grandes etapas. La primera es una etapa formativa, centrada en los cursos troncales de economía (Micro, Macro y Metrics), donde el objetivo principal es adquirir el lenguaje técnico necesario para leer cualquier paper académico. Esto suele suceder en el primer año. La segunda etapa —entre el segundo y tercer año— es la de especialización en un field. En mi caso, fue Macroeconomía y Economía Internacional. Aquí el foco está en familiarizarse con la literatura específica y desarrollar las herramientas necesarias no solo para entender, sino para empezar a producir investigación propia. La tercera etapa abarca los últimos años y es, quizás, la más desafiante: la transición de consumidor a productor de conocimiento. A diferencia de las etapas anteriores, no hay un camino tan claro. Aprender a definir una buena pregunta, saber cuándo abandonar un proyecto o cuándo dejar de hacer robustness checks y cerrar un paper, son habilidades que se adquieren con la práctica, y muchas veces, a prueba y error.
Personalmente, disfruté mucho las primeras dos etapas. Gracias a la maestría en la UTDT, llegué con una base sólida —diría que había cubierto cerca del 75% del contenido del primer año del PhD—, lo cual me dio confianza y margen para profundizar en lo que más me interesaba. De hecho, creo que esto es común entre muchos estudiantes de Latinoamérica que hacen una maestría antes del doctorado.
Por otro lado, los mayores desafíos los encontré en la última etapa. La transición hacia convertirse en un researcher suele no ser lineal y no hay una receta a seguir como sí suele haber en los primeros años. Lo que me ayudó mucho fue involucrarme temprano en proyectos de investigación con mis advisors. Trabajar con ellos me permitió aprender de forma directa cómo plantear preguntas relevantes, cómo estructurar un paper y cómo navegar la incertidumbre propia del proceso de investigación.
He tenido varios mentores a lo largo de mi vida académica. Entre ellos:
Demian Panigo, mi profesor (y posterior colega de cátedra) de Macroeconomía II en la UNLP. Con él aprendí la importancia de la pluralidad de ideas y enfoques, de pensar la economía como una ciencia social sin verdades absolutas. Fue quien me motivó desde muy temprano a hacer investigación económica.
Andy Neumeyer y Javi García Cicco, mis jefes durante mis años en el BCRA. Me motivaron y empujaron a hacer el PhD en el exterior. Tuve además con ellos un curso acelerado de política económica durante años de turbulencia económica en Argentina.
Por último, mis asesores durante mi doctorado en Michigan: Javier Cravino, John Leahy y Pablo Ottonello. Su rol en mi vida académica ha sido crucial. Son personas que han sido muy generosas conmigo con su tiempo, un recurso muy escaso en la academia. Supieron guiarme y confiaron en mi en cada paso del doctorado, desde los primeros años tomando sus cursos hasta las últimas instancias del job market. Han sabido exigirme y prepararme para hacer investigación de calidad.
Diría que para hacer investigación y de calidad se requieren 3 grandes competencias: i) formular preguntas relevantes, ii) rigurosidad técnica y metodológica, iii) desarrollar una comunicación clara, tanto escrita como oral. Descuidar alguna de estas dimensiones suele terminar afectando las demás. Por ejemplo, nuestra historia de inestabilidad macroeconómica en América Latina es una fuente constante de preguntas interesantes y relevantes. Pero sin las herramientas adecuadas, el abordaje de estas preguntas puede volverse superficial, más parecido a una charla de café que a una contribución académica. A su vez, una gran pregunta y un enfoque riguroso no alcanzan si no se logran comunicar con claridad. En lo personal, admiro a muchos economistas no solo por sus ideas, sino por la precisión y simpleza con la que las expresan. Lo último que agregaría es el esfuerzo y la perseverancia, cualidades que son la amalgama de los puntos anteriores.
Respecto a qué debiera priorizarse mientras se realiza el doctorado, la respuesta la encuentro en su definición misma. Del mismo se espera como producto final un investigador independiente que pueda desarrollar una producción académica original y profesional que aporte conocimiento nuevo y relevante a la disciplina. Dicho esto, priorizaría adquirir las herramientas necesarias para comenzar a hacer investigación lo antes posible.
Comparto algunas lecciones que fui aprendiendo —algunas por experiencia propia y otras gracias a profesores, advisors y colegas— y que ojalá le sirvan a quienes estén empezando este camino:
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“Cuanto antes mejor”: En mi experiencia, los estudiantes que han tenido mejores outcomes son aquellos que empezaron temprano a trabajar en sus proyectos.
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“Escribir primero, luego reescribir”. Siempre es más fácil corregir un borrador que escribir desde cero. Cuanto antes se tenga un primer draft, mejor. Como decía Borger, “El texto definitivo corresponde a la religión o al cansancio”.
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“Primero hacerlo, luego hacerlo bien”. Los estudiantes a veces estamos tentados a demorar el proceso de presentar o escribir una idea esperando encontrar mejores datos, escribir un mejor modelo, tener una mejor estrategia de identificación. En mi caso que trabajo con modelos Macroeconómicos, he adoptado la idea de comenzar cada proyecto con modelos simples que puedan responder con la mínima cantidad de ingredientes posibles la pregunta que intento abordar para luego ir complejizándolos en caso de que sea necesario. Lo mismo para la parte empírica.
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“Presentar, presentar y presentar”. Es común postergar presentaciones por miedo a que el trabajo esté incompleto o tenga errores. Pero presentar es fundamental: obliga a ordenar ideas, permite recibir feedback valioso y da visibilidad al trabajo. También requiere tiempo. Si desarrollar una idea llevó meses, preparar una buena presentación no puede hacerse en un día.
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“La mejor forma de aprender algo es escribir un paper sobre eso”. Una vez, un advisor me hizo una pregunta que no supe responder. Su respuesta fue: “¡Perfecto! Ahí tenés una idea para investigar.” Muchas veces, no hay mejor motivación que la curiosidad genuina frente a una pregunta que todavía no tiene respuesta.
La experiencia del mercado de trabajo luego del doctorado en Economía es, sin duda, fascinante. En el último año del programa, y una vez que el comité de dirección aprueba que uno está listo, se entra formalmente al “job market”. Este es el momento en el que quienes buscan comenzar su carrera profesional en investigación —ya sea en universidades, bancos centrales, organismos internacionales o el sector privado— se conectan con instituciones que están contratando.
En la práctica, esto implica preparar un portafolio académico, liderado por el job market paper, y aplicar a una amplia gama de instituciones. De ese conjunto de aplicaciones surgen entrevistas (usualmente virtuales), y algunas de ellas derivan en flyouts: invitaciones a dar seminarios presenciales en las instituciones interesadas.
Mi experiencia en el job market fue muy enriquecedora. Me dio la oportunidad de presentar mi trabajo en lugares tan diversos como América Latina, Europa, Estados Unidos y Canadá. Una de las cosas más valiosas del proceso fue poder interactuar con especialistas de mi área que no solo estaban interesados en mi perfil, sino también en mi agenda de investigación. Es una etapa intensa, pero muy estimulante, donde uno tiene la oportunidad de compartir su trabajo con una audiencia académica más amplia y recibir comentarios valiosos que muchas veces terminan mejorando los papers.
Mi agenda de investigación intenta responder preguntas en el ámbito de la Macroeconomía Internacional. Me interesa entender cómo se transmiten diversos shocks externos hacia el interior de la economía, quiénes ganan, quiénes pierden, y cómo distintas políticas pueden mitigar esos efectos.
En mi Job Market Paper, titulado “The Distributional Consequences of Commodity Booms” estudio cuáles son los efectos distributivos de los booms de precios de commodities en economías exportadoras de materias primas con un foco en Latinoamérica. Esta pregunta es relevante para nuestra región por dos motivos: por un lado, gran parte de los países que la componen son exportadores de commodities y sus fluctuaciones son responsables importantes de los vaivenes en sus ciclos económicos; por otro lado, Latinoamérica es la región más desigual del mundo en términos de ingreso lo que lo vuelve un tópico central en la discusión y formulación de la política económica.
Además, estoy trabajando en otros proyectos que analizan, por un lado, cómo las crisis financieras afectan la recuperación del empleo —en particular, los llamados “jobless recoveries”— y, por otro, cómo los aumentos del salario mínimo impactan en los precios, combinando datos microeconómicos con herramientas macro.
Diseñar políticas públicas basadas en investigación es fundamental para asegurar que las decisiones se tomen con evidencia rigurosa, y no únicamente en función de intuiciones, preconceptos o presiones coyunturales, muchas veces políticas.
La investigación permite entender no solo qué problemas existen, sino también cuáles son sus causas profundas y qué políticas han sido efectivas en contextos similares. Además, proporciona herramientas para anticipar efectos no deseados y evaluar el impacto real de las políticas implementadas.
En un entorno de recursos limitados como suele ser el caso de Latinoamérica, creo que uno de los aportes más valiosos que podemos hacer como investigadores es traducir conocimiento en propuestas concretas que mejoren la vida de las personas.
El mercado laboral así como está funciona de forma correcta y, aunque puede haber fricciones, termina asignando los recursos eficientemente, al menos en el mediano plazo. Por otro lado, considero que el mismo es muy dinámico y se está volviendo año a año mucho más competitivo.
Mirando al futuro, me da curiosidad saber a qué se le dará más peso el mercado laboral en el futuro. Por ejemplo, dados los avances tecnológicos y de la IA, veo posible que se le pase a dar más peso a una idea original que al desarrollo de nuevas tools o métodos cuantitativos.
Otra tema relacionado que siempre discuto con algunos colegas es si, como profesión (o mismo en el mercado), vamos hacia una especialización aún mayor o si hay espacio para una vuelta del economista como un generalista. Me gusta una frase de Sebastián Galiani para ilustrar el tema quien sostiene que si el objetivo es saber absolutamente todo de algo muy específico, entonces en el límite sabemos todo de nada.
Creo que la academia latinoamericana ha tenido grandes avances en los últimos años. Esto puede evidenciarse en varios aspectos. Uno, las universidades latinoamericanas logran año a año colocar a sus estudiantes en los mejores programas de doctorado. Dos, han comenzado a atraer en el job market candidatos top que las prefieren incluso frente a alternativas en Estados Unidos o Europa. Tres, los departamentos de Economía de Latinoamericana han crecido en los rankings.
Desde el punto de vista de los estudiantes que están por aplicar a un doctorado, creo que sería muy valioso la posibilidad de hacer un intercambio con universidades del exterior durante sus maestrías o trabajar para profesores que dicten clases allí. Esto podría mejorar sus credenciales al momento de decidir aplicar a algún programa de doctorado.
La inequidad y la desigualdad de oportunidades en Latinoamérica son, sin duda, problemas estructurales profundamente arraigados, y sus efectos se ven claramente en quiénes logran acceder a espacios como la academia. No es solo una cuestión de capacidad o esfuerzo, sino también de acceso: a buena educación, a información, a redes, a apoyos económicos… incluso al simple hecho de imaginar que uno puede estar en estos espacios.
En mi caso, haber recorrido este camino me hizo muy consciente de esas barreras y también me mostró lo importante que es visibilizar otras trayectorias y acompañar a quienes vienen detrás. He tenido la suerte de cruzarme con personas que me orientaron, me compartieron su experiencia o me dijeron “aplicá a esto” en el momento justo. Eso me marcó mucho, y por eso trato de devolver algo de ese acompañamiento: estar disponible para charlar con estudiantes, ayudar a armar aplicaciones, o simplemente contar cómo fue mi recorrido. Creo que desde nuestro lugar podemos hacer bastante para abrir puertas. En el mismo sentido, las instituciones tienen un rol importante: ampliar su mirada, apoyar programas de inclusión, y vincularse con contextos que muchas veces quedan fuera del radar académico.
Lo primero que les diría es que no hay un solo camino. Hay quienes empiezan la carrera de grado sabiendo que quieren hacer un doctorado, y otros —como fue mi caso— que descubren la investigación mucho más adelante. También hay quienes pasan por organismos internacionales antes de hacer una maestría o de lanzarse al doctorado. Mi consejo es que se den el tiempo para explorar, equivocarse, y descubrir qué es lo que realmente los apasiona. Hacer investigación es muy gratificante, pero también exige mucha dedicación. Es importante estar convencido de que es el camino que quieren seguir. Si lo es, todo fluye con más naturalidad. Paciencia y constancia son claves.
A quienes ya tienen claro que quieren dedicarse a la investigación, les recomendaría buscar una formación técnica y metodológica rigurosa. En Latinoamérica hay universidades que funcionan como verdaderos puentes hacia los mejores programas de doctorado del mundo, y formarse en esos espacios puede marcar una gran diferencia.
También es muy valioso involucrarse desde temprano en proyectos de investigación. Trabajar con personas con más experiencia permite aprender buenas prácticas, entender cómo se arma una agenda de investigación y ganar confianza en el proceso.
Por último, les diría que se apoyen en quienes ya pasamos por ese camino. Siempre se puede aprender mucho de las experiencias de otros, y por eso celebro iniciativas como EconThaki, que acercan la investigación a nuevas generaciones de estudiantes en la región.
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